Dos circunstancias deben considerarse en la transmisión de texto hebreo:
1. la autografía y transmisión de Bereshit (Génesis) y
2. la autografía y transmisión de los restantes libros de la Biblia.
Respecto a Génesis, mejor que la hipótesis de una tradición oral, proponemos la tesis de una transmisión textual, providencialmente preservada en los «sefer toldots» contentivos del Primer Libro. Las once tablas (o juegos de tablillas ) llegaron providencialmente a manos de Moisés en Egipto unos 2500 años después de la creación de Adán.
Consecuentemente, no es Moisés el autógrafo de Génesis, sino su inspirado editor. De allí en adelante, los Profetas y los Salmos (Escritos) siguieron su inspirado camino hasta que Esdras cerró el Canon hebreo con sus 22 Libros en el 440 a.C.
ARTÍCULO DE INTERÉS
Desde esa época hasta el Concilio de Jamnia (100 d.C.), los hallazgos del Desierto de Judea han puesto en evidencia la existencia del Urtext paleo-hebreo consonántico, que sirvió de base a las tres importantes vertientes. Los hallazgos del Desierto de Judea han puesto en evidencia la existencia del Urtext paleo-hebreo consonántico, que sirvió de base a las tres importantes vertientes:
El Pentateuco Samaritano
La primera resultó en el Pentateuco Samaritano (PS), también reproducido en paleo-hebreo consonántico, aproximadamente en el 408 a.C. Se nos dice (Neh 13.4-9 y Ed 4.1-4) que Tobías amonita, antes de ser expulsado del Templo por el gobernador Nehemías, tomó una copia de la Ley, estableciendo desde allí un tipo de texto que respalda el sistema rival de adoración en Samaria. El PS es esencialmente una copia del Urtext representativa de las Sagradas Escrituras para los Samaritanos en Israel hoy en día.
La Septuaginta
La segunda revisión es la versión griega denominada Septuaginta (LXX), traducción realizada del Urtext paleo-hebreo consonántico al griego, aproximadamente en el 250 aC por 72 eruditos judíos en Alexandría (también conocida como Septuaginta Alejandrina en distinción de otras versiones posteriores portadoras del mismo nombre). La LXX se justificó a causa del considerable número de judíos greco-parlantes (helenistas) residentes en Egipto bajo la favorable dinastía Ptolemaica. La mayor parte de autoridades judías reconocen que la traducción del Hexateuco (Génesis-Josué) fue realizada con particular cuidado fue hecha debido a su posición reverenciada en el Canon. La Iglesia Oriental cristiana todavía considera LXX como texto normativo del AP.
El Texto Masorético
El Texto Masorético se refiere a un grupo de manuscritos (familia TM) estrechamente relacionado uno con otro. Muchos de los elementos de estos manuscritos, incluyendo su forma final, fueron determinados al inicio de la Edad Media, pero ellos provienen de una tradición mucho más antigua. Su forma original paleo-hebrea fue escrita nuevamente en caracteres cuadrados hebreos. Dicho cambio se realizó en el Concilio de Jamnia alrededor del 100 d.C. Pero el nombre masorético dado a este grupo de manuscritos se debe al aparato anexado llamado masorah. Este aparato, fue añadido a la base textual, juntamente con un sistema de puntos vocálicos y acentos diacríticos. Las ediciones más tempranas se realizaron en el siglo VII y concluyeron en el siglo X con la actividad de la familia Ben Asher en Tiberias. En relación al nivel socio-religioso, el TM tiene un carácter único. Desde el inicio de esta era fue preferido a los demás por la corriente central del Judaísmo (los Fariseos).
Durante siglos, el Texto Masorético ha sido ampliamente utilizado como la forma más común de la Biblia hebrea y resultó aceptado como el texto normativo por todas las comunidades judías desde el segundo siglo hasta la actualidad.
Inicialmente, el TM consistía solamente en la forma consonántica del texto, y fue con el tiempo que se agregó el sistema de vocalización, acentuación y aparato crítico inventado por los masoretas. Este texto llegó a ser el texto de referencia no solo para la Iglesia Católica Romana, sino también para la Reforma Protestante, siendo utilizado como base hebrea estándar para la traducción a todos los idiomas y dialectos del mundo. Sin embargo, gracias a los descubrimientos arqueológicos y avances en la crítica textual, hoy sabemos que el proceso de inserción de vocales y cambio de caracteres realizado por los masoretas fue una fuente significativa de corrupción textual.