El texto original de la Biblia Hebrea fue vertido en muchas fuentes antiguas y medievales que llegan en nuestros días mediante ediciones modernas en diferentes lenguajes. Hoy, estamos en posesión de muchos fragmentos, rollos y códices de papiro y pergamino en hebreo y griego, con más de dos mil años de antigüedad, así como una abundante cantidad de copias manuscritas de la Edad Media en hebreo y otras lenguas europeas. Estas fuentes testifican arrojando luz el original, de allí su nombre testigos textuales. Sin embargo, todos estos testigos textuales exhiben entre sí un mayor o menor número de diferencias.
Ahora bien, por cuanto ninguna fuente textual contiene lo que podría denominarse el texto normativo, es indispensable afrontar el estudio crítico de todas las fuentes. Esto, a su vez, necesariamente implica la evaluación particular de cada una de las diferencias registradas en dichas fuentes. El análisis comparativo de estas diferencias (variantes textuales) mantiene un lugar primordial dentro de la disciplina (ciencia y arte) de la Crítica Textual.
ORIGEN Y TRANSMISIÓN
La Palabra de Dios (revelación de su mente y de todo lo pasado, presente y futuro), está exhibida en los cielos mediante el testimonio de las estrellas (Salmo 19.1-6), y en la tierra por el registro vertido en diversos materiales: piedra, arcilla, papiro y pergamino.
CORRUPCIÓN TEXTUAL
Inevitablemente,
a través de los siglos, el proceso de copiado manual produjo en los manuscritos un mayor o menor número
de diferencias respecto a su original. La fragilidad de
este sistema resultó en miles
de las llamadas “variantes textuales”.
RESTAURACIÓN TEXTUAL
Los hallazgos de la arqueología bíblica juntamente con el avance de las ciencias bíblicas, de la crítica textual y de la informática, aplicada a los manuscritos, posibilita hoy su restauración hasta el punto de retrotraerlo a un texto muy cercano al Original.